
A 130 metros bajo tierra, en Svalbard, un archipiélago en el norte de Noruega, se esconde ‘La bóveda del fin del mundo’. Se trata de un búnker con una misión que parece de ciencia ficción: proteger la biodiversidad de los cultivos del mundo ante cualquier catástrofe.
Terremotos de hasta grado 10 en la escala de Richter, accidentes nucleares, el impacto de un misil y erupciones volcánicas: el Banco Mundial de Semillas de Svalbard (Svalbard Global Seed Vault) está construido para resistirlo todo. En 2008 la revista Time lo calificó como el sexto mejor invento del año.
Con capacidad para albergar hasta 4,5 millones de semillas, mantiene una temperatura artificial de hasta 18 grados bajo cero
Se encuentra a 130 metros sobre el nivel del mar, lo que garantiza que el suelo esté seco. En caso de fallo en el suministro eléctrico, el ‘permafrost’ (la capa de suelo permanentemente congelada) permitiría seguir conservando las semillas para futuras generaciones sin alterar su capacidad para germinar de nuevo.

Protege en la actualidad cerca de 1.125.000 semillas, con casi 5.500 especies y 89 bancos de genes provenientes de 249 países. El mayor número de semillas almacenadas son variedades de cultivos de arroz, trigo y cebada. Las colecciones sirven a los agricultores y científicos para mejorar genéticamente las plantas y desarrollar nuevas variedades de cultivos.
Funciona como la caja fuerte de un banco, pero en lugar de esconder joyas o dinero, atesora una copia de seguridad de muchas de las semillas del planeta a fin de poder replicarlas en caso de ser necesario.
Y a partir de junio contara con más de 1.000 especies nuevas. España enviará más de un millar de variedades vegetales de la colección nacional española, seleccionadas por el Centro de Recursos Fitogenéticos.

Asegurar el abastecimiento
Fue en 1984 cuando se inauguró el Banco Genético Nórdico con semillas de plantas de la península escandinava que se mantenían en buen estado de conservación en una mina cuya explotación había llegado a su fin.
En un principio, la ambición expansiva de este proyecto no pudo materializarse, hasta que en 2004 entró en vigor el Tratado Internacional de Recursos Fitogenéticos para la Alimentación y la Agricultura. Esto animó a Noruega a construir este Banco Mundial de Semillas, contribuyendo así a la biodiversidad y con una clara intención de asegurar el abastecimiento de alimentos para una población mundial cada vez mayor.
Nueve millones de dólares bastaron para poner en marcha el mayor depósito de diversidad genética del planeta. Si bien es propiedad del país nórdico, su servicio de resguardo es gratuito y los bancos genéticos de origen son los únicos propietarios de cada depósito que allí se hace.

Cooperación global
El proyecto pretende evitar seguir cometiendo los mismos errores que el auge de la agricultura moderna ha cometido (adaptación de semillas a grandes cultivos, tecnología de fertilización y riego…) y visibilizar así la oportunidad que se nos presenta de adaptar la producción de plantas a diferentes condiciones de crecimiento, enfermedad o plagas.
Si logramos contar con una amplia diversidad genética en esta ‘Bóveda del fin del mundo’, lograremos mitigar algunos de los desafíos que nos plantea el cambio climático. A mayor depósito de semillas diferentes, mayores recursos para enfrentar lo que el futuro nos exija. Lo que pone de manifiesto la importancia de esta cooperación global de naturaleza única.

Siria, primer país en necesitarlo
En el año 2015, la guerra en Siria obligó al Centro Internacional de Investigación Agrícola en las Zonas Secas (CARDA por sus siglas en inglés) a recuperar semillas de su depósito en Svalbard. Fue el primer país en hacer uso de este banco que mantiene los tesoros de nuestro planeta a buen recaudo.


Jorge
26 abril 2022 09:44Gracias por estos artículos. De verdad, se aprende mucho, ¡gracias!
Reforesta
9 mayo 2022 07:07Encantados de compartir conocimiento y curiosidades sobre los bosques y el planeta con vosotros. ¡Muchas gracias, Jorge! 🙂