
Si pudieran hablar, las últimas hayas autóctonas de la Sierra de Guadarrama madrileña nos contarían una historia de deforestación y de soledad. Los últimos ejemplares que quedan (no plantadas por el hombre, que de ésas sí hay unas cuantas) han sobrevivido en el último siglo aisladas sobre rocas, casi inaccesibles.
Y es gracias a esto que han podido sortear la deforestación provocada por el ser humano. Los otros ejemplares de esta antigua población de hayas que vivieron aquí hasta el siglo XIX fueron cortados, quemados y expuestos al ganado.

Así, no es de extrañar que solo queden (que se sepa) cuatro en el Guadarrama madrileño, situadas en el Valle del Lozoya. Y si quedan es porque, encaramadas en lo alto de las rocas, el hombre no las pudo alcanzar.
Su futuro aparenta tan poco próspero como lo fue su pasado. Viejas, aisladas en roquedos y alejadas unas de otras, están condenadas a la extinción al tener dificultades para polinizarse entre sí y sufrir la presión del ganado, que destruye las pocas hayas jóvenes que consiguen germinar.
Pero no todo van a ser penas. O, al menos, en eso estamos.
Plan de salvación para las hayas
Desde Reforesta hemos puesto en marcha un proyecto con el apoyo de la Fundación Montemadrid y CaixaBank para salvar estas hayas naturales. Como se suele decir, tenemos un “plan sin fisuras”: vamos a plantar hayas autóctonas del Sistema Central en las proximidades a estos viejos ejemplares para favorecer su reproducción y que esta población pueda regenerarse.
El objetivo es conseguir una población viable de hayas capaz de polinizar las hayas más antiguas y que ellas solas vayan tomando el terreno que les corresponde en este valle, hoy ocupado por una batalla campal de pinos que fueron plantados hace cien años para agarrar el suelo y evitar que los sedimentos acabasen en los arroyos y pantanos, arrastrados por lluvias y tormentas.
En total, plantaremos cien hayas distribuidas en cuatro cercados para protegerlas de los herbívoros y facilitar la polinización. Estos rodales recibirán, además, riegos de socorro en verano.

Rodales de biodiversidad
Cada vallado tendrá un perímetro de cien metros. Dentro plantaremos también otras especies acompañantes de alto valor, como tejos, mostajos, cerezos silvestres y robles albar. Dentro de cada cercado habrá un máximo de 100 ejemplares de estas especies.
Fuera de ellos se plantarán también 50 sabinas, sumando así hasta 450 nuevos árboles y arbustos que darán un impulso a la biodiversidad del Valle del Lozoya.

Especies no palatables por los herbívoros
El proyecto también contempla la plantación de sabinas y acebos en la zona de La Barranca (un máximo de 170 ejemplares, en total). Ambas especies no resultan agradables para el ganado y los corzos de la zona, lo que facilitará su arraigo y desarrollo. Además, estarán localizados en lugares que, por sus condiciones de humedad y temperatura, optimizarán las posibilidades de supervivencia.

La elección de estas especies no se ha hecho al azar. Incrementar el número de individuos y su diversidad genética es fundamental para aumentar sus posibilidades de resistencia y adaptación al cambio climático. Todas estas especies están recogidas en el ‘Catálogo Regional de Especies Amenazadas de Fauna y Flora Silvestres y de Árboles Singulares de la Comunidad de Madrid’.
Esfuerzo conjunto
Esta acción se enmarca dentro del proyecto ‘Apoyo a las poblaciones de haya, roble, acebo, sabina y otras especies amenazadas para la diversificación de pinares en la Sierra de Guadarrama’, apoyado por la Convocatoria de Medioambiente y Desarrollo Sostenible de la Fundación Montemadrid y CaixaBank.
Las labores de colocación de los cuatro cercados, plantación y riego estival se llevarán a cabo con las cuadrillas de Reforesta y con voluntarios. Por su dificultad, denominamos a estas jornadas “voluntariado extremo”. Podéis juzgarlo en el siguiente vídeo.
Con la colaboración de:

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