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Buscamos ayuda para salvar árboles autóctonos amenazados en Madrid

En diversos lugares de las sierras de Guadarrama y Ayllón las repoblaciones forestales con coníferas (principalmente pinos) están amenazando la supervivencia de los escasos pies de flora autóctona que quedaban en el momento de hacer la repoblación y de aquéllos que han logrado desarrollarse una vez efectuada la misma. Abedules, encinas, quejigos y robles, muchos de ellos centenarios, son las especies más afectadas. 

Vamos a elaborar un inventario sobre la situación de cada árbol y solicitaremos a la Comunidad de Madrid que proceda a clarear el entorno de estos árboles o bien que conceda permiso a Reforesta para realizarlo, priorizando los árboles con más posibilidades de supervivencia. ¿Nos ayudas?

Las peculiaridades de algunos de estos árboles amenazados hacen que sean aún más interesantes. Es el caso de los quejigos sobre granitos en la Sierra de Guadarrama, de los mostajos híbridos o de los encinares rupícolas supramediterráneos. El abedul está incluido en el Catálogo Regional de Especies Amenazadas. Los viejos robles son importantes porque en España escasean los bosques con árboles viejos. Y son, precisamente, los que sostienen más vida. No solo porque tienen más superficie de tronco donde pueden crecer líquenes y musgos, sino, entre otros motivos, porque en las grietas de su tronco la fauna encuentra lugar para criar o refugiarse, y en sus grandes copas anidan aves rapaces.

¿Por qué está amenazada la supervivencia de estas especies? Por la falta de luz provocada por los pinos, que alcanzan mayor altura y crecen en una elevada densidad

El origen de estas coníferas son repoblaciones, así como su expansión espontánea a partir de los piñones de los pinos repoblados. Es preciso intervenir apeando aquellos pinos que privan de luz a las especies de frondosas autóctonas. Con esta acción conseguiremos varios objetivos:

Salvar de una muerte cercana a los árboles.

– Conservar un importante patrimonio genético y etnobotánico, ya que muchos de estos árboles son centenarios y en tiempos no muy lejanos beneficiaron activamente al ganado que pastaba en zonas como el Valle del Lozoya.

Favorecer la biodiversidad en estas empobrecidas masas de coníferas.

Hacer al bosque más resistente ante el fuego y el cambio climático. La supervivencia de estos árboles en medio de los pinares es esencial para disponer de un banco de semillas de estas especies a partir de las cuales puedan extenderse. La diversidad de árboles y arbustos autóctonos fortalece frente a factores adversos como las plagas forestales y el fuego.

¿Qué pretendemos?

Obtener una información pormenorizada que nos permita elaborar y presentar un informe a la Comunidad de Madrid, que es la administración competente. Este informe contendrá una ficha de cada árbol que detallará su especie, localización, estado de salud, edad estimada y cualquier otra información de interés.

Solicitaremos a la Comunidad de Madrid que proceda a clarear el entorno de estos árboles o bien que conceda permiso a Reforesta para realizar el aclareo con nuestros medios, priorizando los árboles cuya supervivencia sea más factible.

¿Cómo y cuándo lo haremos?

Mediante un trabajo de campo que consistirá en la toma de datos (ficha descriptiva de identificación y estado, geolocalización, fotografías) de los árboles autóctonos de interés amenazados. Para ello se llevarán a cabo 10 jornadas de duración variable (una mañana, 4 horas, o durante todo el día, de 6 a 8 horas) en los siguientes emplazamientos:

Parque Regional de la Cuenca Alta del río Manzanares (La Pedriza – Cabecera del Manzanares):

– Umbría del Monte de la Camorza, una mañana, 4 horas. 6 junio. Dificultad media-baja. Desnivel acumulado: 300 metros.

– Hoya del Tornero, todo el día, 6 horas. 20 junio.  Dificultad media. Desnivel acumulado: 400 metros.

– Arroyo de los Poyos, todo el día, 8 horas. 27 junio. Dificultad alta. Desnivel acumulado: 600 metros.

Hueco de San Blas, todo el día, 6 horas. 4 julio. Dificultad alta. Desnivel acumulado: 450 metros.

– Puente del Retén, una mañana, 4 horas. 13 junio. Dificultad media-baja. Desnivel acumulado: 225 metros.

Valle del Lozoya:

Arroyo de la Mata del Tirón/Reajocil, todo el día, 2 jornadas de 8 horas. Dificultad media. Desnivel acumulado: 300 metros.

Puebla de la Sierra:

Arroyo Chortales, todo el día, 8 horas. 25 julio. Dificultad media-alta. Desnivel acumulado: 300.

Arroyo Chando, todo el día, 8 horas. 1 agosto. Dificultad media-alta. Desnivel acumulado: 300.

Arroyo Portillo, todo el día, 6 horas. 8 agosto. Dificultad media-alta. Desnivel acumulado: 250 metros.

¿Cómo participar?

Los participantes contribuirán a cubrir los costes de contratación laboral del experto que va a realizar el trabajo de campo y el posterior trabajo de gabinete. El grupo máximo será de doce personas en cada jornada. El coste de la participación es el siguiente:

– Jornadas de medio día. Socios, 15 €. No socios, 20 €.

Jornadas de día completo (6 – 8 horas). Socios, 20 €. No socios, 25 €.

El coste incluye el seguro de accidentes. El transporte hasta el punto de encuentro en la sierra corre por cuenta de los participantes, así como la bebida y la comida.

En el caso de que los ingresos por inscripciones y otros recursos allegados por Reforesta no cubran el coste de las jornadas, Reforesta se reserva el derecho de limitar el inventario a las zonas que considere prioritarias y cancelar las jornadas destinadas al resto de áreas. Llegado el caso, esta circunstancia se comunicaría con suficiente antelación a las personas ya inscritas, intentando darles la opción de participar en las jornadas que se mantengan.

La dificultad de las rutas varía, si bien, en general, se precisa un buen estado de forma. Algunas de las rutas presentan un nivel de dificultad medio – bajo; es el caso de las destinadas a inventariar mostajos y quejigos; las que tienen por objetivo encinas y robles requieren un esfuerzo medio y las dirigidas a las manchas de abedul son las que tienen un alto nivel de exigencia física.

Para inscribirte, envía un email a info@reforesta.es.

Imagen de un roble seco por la competencia del pinar.

 Roble «ahogado» entre pinos.

Roble centenario creciendo en un claro del pinar. Nótese la forma de las ramas, que indica que en su día los ganaderos lo podaban para dar de comer a sus reses.