Consecuencias de extraer los árboles tras un incendio

Talar árboles tras un incendio forestal

Cortar y extraer los troncos quemados después de un incendio forestal es una práctica extendida, pero tiene importantes efectos negativos. Entre otros, la erosión producida por la maquinaria y el arrastre de troncos, o la eliminación de materia orgánica para el suelo, de refugio para las aves y de alimento para hongos e invertebrados.

La evidencia científica afirma que mantener los troncos quemados crea un ambiente más propicio para la regeneración natural del monte tras el incendio. El resultado, más diversidad de especies y una más rápida recuperación del ecosistema.

Corta de madera en la Sierra de la Culebra, Zamora. Créditos: Junta de Castilla y León

Por este motivo, desde Reforesta hemos enviado a los consejeros de Medio Ambiente de las distintas comunidades autónomas una carta alertando sobre los efectos negativos de esta práctica. En la misiva solicitamos la aplicación de protocolos de actuación en zonas quemadas que planteen una estrategia de apoyo y seguimiento de la regeneración natural.

Defendemos la extracción de troncos quemados únicamente cuando se constate el riesgo de plagas, de caída de árboles en lugares transitados o de excesiva densidad de arbolado. Y no descartamos llevar a cabo una reforestación posterior del terreno quemado, pero únicamente donde la regeneración natural sea más difícil.

Imagen de la regeneración natural de un bosque quemado en el que los árboles no han sido talados y extraídos. Créditos: Asociación Reforesta.

Carta enviada a los consejeros de Medio Ambiente

Estimado Sr. Consejero,

Nos dirigimos a Vd. en relación con las precauciones que consideramos necesario adoptar en lo relativo al tratamiento post incendio forestal.

Como Vd. sabe, facilitar la recuperación de las superficies forestales quemadas es esencial, especialmente en un contexto de creciente aridificación que dificulta el establecimiento y supervivencia de las plantas. En este sentido, deseamos remarcar los efectos negativos sobre dicha recuperación que, según diversas investigaciones, puede tener la tradicional práctica de cortar y extraer los troncos quemados.

Entre esos efectos negativos cabe citar:

  • Erosión producida por las maniobras de la maquinaria y por el arrastre de los troncos, así como por el impacto de las gotas de lluvia, el cual puede reducirse manteniendo los troncos.
  • Eliminación de una fuente de materia orgánica para el suelo, de espacio de anidamiento para algunas especies de aves y de alimento para hongos e invertebrados.
  • Daño a la fauna invertebrada del suelo, al banco de semillas y a las redes de micelios de hongos que hayan sobrevivido al fuego.
  • Destrucción del regenerado natural, que a menudo tiene lugar poco después del incendio, especialmente de las especies rebrotadoras.
  • Los troncos quemados sirven de posadero para aves que colaboran en la dispersión y germinación de semillas y facilitan el establecimiento de nuevas plántulas, que aprovechan su sombra y la humedad que se concentra al pie de los troncos. Su total eliminación anula estas ventajas.

A medida que va habiendo más evidencia científica cobra fuerza la conclusión de que mantener in situ los troncos quemados crea un ambiente más propicio para la regeneración natural, que resulta en más diversidad de especies y en una más rápida recuperación del ecosistema.

Los principales argumentos a favor de la tala y extracción de la madera quemada son evitar la repetición de incendios y la expansión de plagas. Sin embargo, en cuanto al primer argumento cabe señalar que tras un incendio queda poca biomasa fina y ello dificulta la propagación de nuevos incendios.

Y, en cuanto al segundo, es necesario ponderar no solo los beneficios, sino también los inconvenientes de hacer frente a este riesgo mediante la extracción de todos los troncos. Además, bastantes especies de insectos xilófagos prefieren la madera viva.

Por todo lo anterior estimamos de gran importancia la aplicación de protocolos de actuación en zonas quemadas que eviten la precipitación y planteen una estrategia a largo plazo de apoyo y seguimiento de la regeneración natural. Esto no implica descartar per se la extracción de troncos quemados, ya que ésta puede tener sentido de manera puntual cuando se constate el riesgo de plagas, de caída de árboles en lugares transitados o se dé una excesiva densidad de arbolado (caso de muchas repoblaciones de coníferas). Pero sí conlleva caracterizar adecuadamente el impacto que el fuego ha tenido en las áreas afectadas y evaluar detenidamente dónde, cómo y cuándo actuar.

Tampoco implica descartar la reforestación allí donde la regeneración natural sea más difícil, si bien la estadística forestal demuestra que la superficie reforestada anualmente por el conjunto de las administraciones públicas es muy inferior a la que arde cada año, lo cual da aún más sentido al objetivo de no llevar a cabo actuaciones que puedan perjudicar la conservación del suelo y la recuperación de la fauna y de la flora afectadas por los incendios.

Esperamos que los servicios competentes de su comunidad autónoma participen ya de esta reflexión y apliquen en la gestión post incendio los criterios expuestos, evitando la extracción precipitada de la madera quemada.

Miguel Ángel Ortega Guerrero

Presidente de Reforesta